Las tecnologías digitales fueron esenciales para hacer frente a los retos vivimos durante la pandemia.
Sabemos que la alta inflación que enfrentamos se generó por la interrupción de las cadenas de suministro y de producción, en virtud de los confinamientos que vivimos durante la pandemia por Covid-19, pero se agudizó por la guerra entre Rusia y Ucrania, debido al incremento en el precio de los granos y los energéticos.
En otro plano, como un elemento de riesgo al sistema productivo global, está la tensión en las relaciones entre Estados Unidos y China, en virtud de que este último reclama a Taiwán, un país gobernado democráticamente, como parte de su territorio y el Presidente de China, Xi Jinping, ha declarado que lo tomará, incluso a través del uso de la fuerza.
Es importante reconocer que, antes de la guerra y de vivir esta presión inflacionaria en América Latina y en el mundo, la pandemia tuvo un dramático impacto en las personas más vulnerables.
De acuerdo con la CEPAL, la OCDE, el Banco de Desarrollo de América Latina y la Comisión Europea, a través de su reporte sobre las Perspectivas Económicas de América Latina, las microempresas de la región se han visto muy afectadas.
Se estima que cerca de 2.7 millones de microempresas cerraron, lo que ha significado la pérdida de casi 9 millones de empleos, lo cual se torna en una situación más delicada dado que en las economías de América Latina y el Caribe cerca del 40 por ciento de los trabajadores no tienen acceso a la seguridad social y cerca del 60 por ciento trabaja en la informalidad.
Derivado de lo anterior, la CEPAL estima que más de 45 millones de personas, de manera adicional, cayeron en alguna condición de pobreza. Esta crisis socioeconómica hace que un nuevo modelo de crecimiento y desarrollo sea imperante.
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